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¿Oriente Medio al borde de una noticia « preventiva »?
Par Daniel Vanhove
Mondialisation.ca, 19 août 2010
19 août 2010
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¿Hay que recordar la absoluta desolación de veinte años de embargo, de tres guerras y de los millones de víctimas de un Iraq totalmente destruido y presa de ataques cotidianos desde la ilegal intervención británico-estadounidense en 2003? ¿Hay que recordar también los continuos bombardeos sobre Afganistán, que después de diez años de resistencia contra la invasión de la URSS pronto hará diez años de resistencia contra la invasión de Estados Unidos y de la OTAN? ¿Recordar también el interminable calvario de Palestina bajo la bota israelí y ello desde hace más de 62 años de una partición brutal e injusta seguida de una ocupación humillante y mortífera? ¿Recordar también los errores regulares que se permiten las «fuerzas de la coalición» en Pakistán, que matan regularmente a tantos inocentes en un recuento que probablemente sea a la baja? ¿Y las incesantes provocaciones del ejército sionista en las fronteras de Líbano después de sus muchas y sangrientas intervenciones armadas en este país ocupado durante veinte años? ¿Las presiones constantes ejercidas sobre Siria acusada erróneamente en el asesinato de primer ministro libanés R. Hariri, amputada de una parte de su territorio en el Golán y siempre en el ojo del huracán?…

¿Hay que recordar a las incalculables víctimas de todos estos conflictos en una región desgarrada, desmantelada, desmembrada por los apetitos neocoloniales de un puñado de potencias occidentales que las califican despectivamente de «daños colaterales»?…

¿Hay, pues, que recordar todos estos crímenes, estos asesinatos, estos incontables heridos y minusválidos, estas familias diezmadas e inconsolables para el resto de sus vidas, esta inmensa desolación que nuestros países llamados «civilizados» perpetúan en nuestro nombre (!), la mayoría de las veces con falsos pretextos… para esperar que no olvidemos?

En estos tiempos de intensas maniobras tanto militares como diplomáticas en un Oriente Medio tan devastado por años de sanciones, de embargos, de bloqueos y de guerras múltiples, evidentemente no se trata de «añadir otra capa», sino de conservar despierto nuestro sentido crítico para no dejarnos engañar una vez más por la propaganda mentirosa que se afana en prepararnos para la próxima. Así, no habría que olvidar el libro El “lobby” israelí y la política exterior de Estados Unidos de John Mearsheimer y Stephen Walt publicado en 2007 en la editorial [francesa] La Découverte [y en castellano en 2007, por la editorial Taurus, traducción de Amando Diéguez et al. N de la t.]. Al contrario, quisiera recordar algunos pasajes elocuentes para comprender bien la estrategia desplegada por los poderosos lobbies que tratan de influenciar tanto las decisiones de la política estadounidense (y de rebote la europea) como a sus opiniones públicas.

En un capítulo consagrado a Iraq se puede leer:

    « (…) En el curso del periodo que precedió a la guerra Estados Unidos era a la vez poderoso, confiaba en su superioridad militar y estaba profundamente inquieto por su seguridad; un cocktail peligroso.

    Estos diferentes elementos forman el contexto estratégico de la decisión de entrar en guerra y nos ayudan a comprender lo que sustentaba y facilitó esta opción. Pero la ecuación comportaba también otra variable sin la cual la guerra nunca habría tenido lugar. Este elemento es el lobby pro israelí y, sobre todo, un grupo de políticos y de dirigentes de opinión estadounidenses que presionaban a Estados Unidos para que atacara a Iraq desde mucho antes del 11 de septiembre. La facción en favor de la guerra pensaba que el derrocamiento de Sadam mejoraría la posición estratégica de Estados Unidos y de Israel, e inauguraría un proceso de transformación regional del que se beneficiarían ambas naciones.

    (…) Las presiones ejercidas por el Estado hebreo y el lobby pro israelí no explican por sí solas la decisión tomada por el gobierno Bush de atacar Iraq en marzo de 2003, pero constituyen un elemento determinante de dicha decisión.

    (…) Nosotros afirmamos que la guerra estaba ampliamente motivada por el deseo de reforzar la seguridad de Israel. Era ya una afirmación controvertida antes de que empezara la guerra, pero lo es aún más ahora que Iraq se ha convertido en un desastre estratégico.

    (…) Afirmar esto no equivale a decir que Israel o el lobby «controlen» la política exterior de Estados Unidos. Simplemente significa que ellos llamaron con éxito a establecer ciertas políticas y que en un contexto específico lograron este objetivo. Si las circunstancias hubieran sido diferentes, no lo habrían logrado. Pero sin sus esfuerzos, probablemente Estados Unidos no estaría hoy en Iraq.

    (…) En efecto, a lo largo de los meses anteriores a la entrada en guerra los dirigentes israelíes temían que Bush decidiera finalmente no emprenderla e hicieron cuanto estaba en su poder para asegurar que no cambiara de opinión en el último minuto».

¿Por qué un rodeo semejante? Porque hoy, cuando una de las civilizaciones más antiguas del mundo está devastada y es presa de una guerra civil que corre el riesgo de eternizarse, las informaciones que se nos destilan perniciosamente procedentes de Irán son del mismo orden. El estribillo es el mismo, sólo ha cambiado la estrofa: ya no se trata de armas de destrucción masiva (ADM), sino de la bomba nuclear. ¡Pues sí! Para tratar de ocultar un poco el fracaso absoluto de la empresa iraquí (por no hablar de la de Afganistán), hay que encontrar un medio de asustar aún más a las poblaciones del mundo para que apoyen la posibilidad de una opción militar utilizando lo que produzca un impacto más fuerte en los espíritus que las ADM: ¡la bomba atómica! Todo el mundo sabe que la simple alusión al arma atómica provoca el pavor más total en el seno de las poblaciones. Regularmente se nos recuerdan las imágenes de los gigantescos hongos nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki. La devastación instantánea y total de ambas ciudades ha marcado las memorias. Imaginar que hoy un país pueda considerar recurrir a esta tecnología basta para provocar el rechazo inmediato y su marginación de la sociedad por parte del conjunto de las naciones. Los «expertos» en comunicación lo saben bien, ellos que manipulan la información y tratan de aterrorizarnos con la sola idea de que un gobierno, enviado al ostracismo por su cultura y sus métodos, y presentado como el enemigo público número, esté a punto de utilizarla.

Pero, un poco más adelante en el libro se puede leer:

«(…) Algunos artículos de prensa afirmaban que “miembros de los servicios de inteligencia israelíes disponen de elementos que indican que Iraq está redoblando sus esfuerzos para producir armas biológicas y químicas”. Peres declaró en CNN “pensar y saber que él [S. Hussein] trata de adquirir una opción nuclear”. Según el diario hebreo Ha’aretz, Sadam había «ordenado (…) a la Comisión Iraquí para la Energía acelerar el ritmo de su trabajo». Israel alimentaba a Washington de informes alarmistas concernientes a los programas iraquíes de ADM en un momento en que, según las propias palabras de Sharon, “la coordinación estratégica entre Israel y Estados Unidos ha alcanzado un nivel precedentes”. Tras la invasión y después de las revelaciones concernientes a la ausencia de ADM en Iraq, el comité del Senado encargado de las relaciones tanto con los servicios de inteligencia como con el Knesset [el parlamento israelí] publicaron por separado unos informes revelando que lo esencial de las informaciones transmitidas por Israel al gobierno Bush eran falsas».

Ahora bien, como afirmaban en su momento Sadam Husein y sus colaboradores próximos desmintiendo el hecho de poseer ADM, el presidente Ahmadinejad y el conjunto de su gobierno no dejan de decir y de repetir que el objetivo que persigue su tecnología nuclear es de orden civil y no armamentístico. Paralelamente, ya se han hecho oír muchas voces (a las que se intenta acallar) para señalar que en el estadio actual Irán no posee ninguna arma atómica y que necesitaría muchos años antes de poder «eventualmente» fabricar una. Palabras que no han desmentido los inspectores de la AIEA (Agencia Internacional de la Energía Atómica) los cuales, dicho sea de paso, tienen acceso a ciertas plantas nucleares iraníes, ¡pero se les niega todo acceso a las israelíes!

Además, según informaciones procedentes de Al Manar (el silencio de nuestros medios de comunicación es elocuente en relación a la cuestión), parece que unos ex-agentes de la CIA acaban de dirigir una carta al presidente Obama advirtiéndole de un ataque sorpresa por parte de Israel que desencadenaría en este mes bombardeos sobre Irán, lo que obligaría a Estados Unidos a acudir en su ayuda puesto que Irán ha advertido que reaccionaría en caso de violación de su territorio aéreo, marítimo o terrestre. ¿Información o intoxicación? Sin querer jugar a Casandra, los signatarios de semejante carta parecían lo suficientemente bien situados como para tomar en serio su iniciativa. La perspectiva de unas negociaciones que se anuncian para septiembre entre el régimen iraní y Washington tras el acuerdo tripartito con Brasil y Turquía a propósito de la cuestión nuclear indispone a Tel Aviv, que teme que se aleje así la posibilidad de un intervención. Se ve claramente que tras la guerra de Iraq la de Iran serviría prioritariamente a los intereses israelíes. Del mismo modo, algunos «expertos» consideran inevitable una próxima guerra con Irán, que se desencadenaría hacia el otoño a través de un tercer Estado como Líbano (cuya resistencia armada de Hizbolá saca de quicio a Israel) que serviría de cebo y de excusa para extender el conflicto a países vecinos. El percance en torno a un árbol arrancado la semana pasada ha demostrado que la provocación israelí no duda en utilizar todo y cualquier cosa para provocar un incidente importante. Muy afortunadamente Hizbolá (el objetivo fallido del ejército israelí durante su sangrienta intervención en 2006) no ha caído en esta burda trampa y se ha abstenido de intervenir.

Acto seguido, parece que el presidente francés de vacaciones en Le Var recibió la visita relámpago de Saad Hariri, el actual primer ministro libanés, al que le habría dicho que «se debería hacer todo para evitar nuevas tensiones… ». ¡Al escuchar los sabios consejos de semejante «experto» en términos de seguridad, al menos el primer ministro libanés se podrá decir que no se ha desplazado en vano!

Por consiguiente, en este mundo profundamente enfermo, ¿acaso tenemos la memoria demasiado corta para sacar lecciones del actual desastre iraquí, afgano, palestino, paquistaní, libanés sin ver en qué infierno podría precipitarnos una nueva aventura iraní? Irán no es Iraq, ni Afganistán, ni mucho menos Líbano, ni por las dimensiones, que son cuatro veces las de Iraq, dos veces y media las de Afganistán (tras veces las de Francia)… y ochenta veces las de Israel, ni por su población casi tres veces superior a la de Iraq y más de diez veces superior a la de Israel, ni por sus posibilidades de respuesta, ni por su feroz determinación de no dejarse dictar su política de desarrollo, ni por su cultura, ignorada e incluso desconocida de la mayoría de los occidentales que la confunden con frecuencia con un país árabe en las perezosas y despectivas amalgamas que muchos de estos «especialistas» muestran en su enfoque de todo lo que no es eurocentrista. Y después de años de arrojar toneladas de bombas en los países que eran un objetivo con el fin de «asegurar» la región, de aportarle la «libertad» y la «democracia» y todas las pamplinas de este tipo, el resultado es exactamente el contrario a estas famosas teorías desarrolladas por estos «expertos» venidos a vendernos estas sucias guerras. El poder iraquí es incapaz de formar un gobierno de unidad nacional entre kurdos, sunníes y chiíes, y los atentados se multiplican; Hizbolá nunca había sido tan poderosos en Líbano; los talibán se recuperan y ganan por la mano a la «coalición»; lejos de desacreditarse, Hamás sigue siendo muy popular en Palestina y son más bien Fatah y Abbas quienes están debilitados, etc… En los hechos, estos países invadidos nunca han estado tan desestabilizados como después de la incursión de fuerzas extranjeras en sus suelos. Tras la colonización y después la descolonización fallida las nuevas políticas exteriores de Occidente siguen siendo fracasos lamentables mientras están animadas de esta noción tenaz de superioridad o de condescendencia en sus relaciones con el otro. No son sino una neocolonización mal hecha, encubierta, que mantiene de este modo el desorden y alimenta el odio entre las diferentes culturas. ¡Resulta entonces un tanto fácil declarar que nos encontramos ante un choque de civilizaciones!

Por consiguiente, en este mundo que no ha dejado de hundirse en las tinieblas, ¿sabremos movilizarnos para impedir que semejante locura venga a añadirse a tantas otras con el riesgo real de una conflagración generalizada de la región y después de sus alrededores para acabar alcanzándonos rápidamente a nuestra vez? ¿Sabremos movilizarnos para cerrar el paso a estos lobbies y denunciar sus poderosas y falaces estrategias de comunicación? ¿Sabremos movilizarnos para alertar a nuestros responsables políticos y advertirles de no de embarcarse en un seguidismo atlántico cuyo desenlace les superaría? ¿Sabremos movilizarnos para alertar a las opiniones públicas de que semejante conflicto no haría sino ahondar más aún las muchas fracturas en el propio seno de nuestras sociedades mestizas? ¿Sabremos movilizarnos para evitar lo peor tanto como nos movilizamos durante las manifestaciones deportivas mundiales? ¿O tendremos que constatar nuestra incapacidad para diferenciar en adelante entre lo esencial y lo accesorio, entre el azar y la necesidad, entre lo verdadero y lo falso, entre la realidad y lo virtual? ¿Tendremos que constatar nuestra impotencia para actuar ante lo inevitable, ante el deseo de algunos de ser todopoderosos, que podría arrastrarnos a todos nosotros con ellos en unos tormentos que ni siquiera podemos imaginar? ¿Tenemos todavía suficiente lucidez para comprender lo que representa una guerra actual, fuera de las que miramos de manera virtual a través de las ficciones de mal gusto o de los reportajes lejanos, confortablemente instalados en nuestros sofás, con la certeza errónea de que estamos al abrigo de todo?

Unas páginas más adelante en el mismo libro los profesores Mearsheimer y Walt siguen explicando:

«Destinada a hacer aparecer a Sadam Husein como una amenaza inminente, la manipulación de la información suministrada por los servicios de inteligencia fue un elemento crucial de la campaña en favor de la invasión de Iraq. Scooter Libby desempeñó un papel fundamental en esta operación acudiendo varias veces a la CIA para presiona a los analistas y exhortarles a producir elementos que vendría a apuntalar el dossier a favor de la guerra».

Así, a pesar de los desengaños que las fuerzas occidentales sufren en todos los frentes en la región, todo indica que corremos el riesgo de seguir exactamente el mismo camino que con Iraq, a saber: una manipulación de la información por medio de la repetición de mentiras sobre la naturaleza del régimen iraní (algo que ya empezó hace varios años), sobre la naturaleza de sus investigaciones en materia nuclear (a pesar de los desmentidos sistemáticos de las autoridades iraníes), sobre la naturaleza de las intenciones del presidente Ahmadinejad (cuyas palabras deforman muchos «periodistas» por medio de una traducción deshonesta), sobre la naturaleza de un peligro que se ha exagerado enormemente aunque sólo es virtual (la fabricación de armas nucleares) al tiempo que, como siempre, se presenta sistemáticamente a Israel como la futura víctima designada y que por supuesto, … «tiene derecho a defenderse», ¡salvo que en la zona es el único Estado que no ha dejado de entrar en guerra con todos sus vecinos, con la brutalidad y crueldad que conocemos!…

Siempre en el mismo libro, un poco más adelante, pero esta vez a propósito de Irán:

«El brío con el que Bush definía a Irán como una amenaza mortal para Israel pero no para Estados Unidos, así como su compromiso explícito de entrar en guerra contra Irán a beneficio de Israel empezaron a alarmar gravemente a ciertos sectores del lobby. Es lo que señalaba Forward en la primavera de 2006: ‘Dirigentes de la comunidad judía han rogado encarecidamente a la Casa Blanca que evite anunciar públicamente su deseo de defender a Israel contra posibles agresiones iraníes’. No es que estos dirigentes se opusieran a recurrir a una intervención estadounidense para proteger a Israel sino más bien que tienen miedo de que las declaraciones públicas de Bush ‘creen la impresión de que Estados Unidos considera una acción militar contra Irán únicamente a beneficio de Israel, lo que podría llevar a la opinión pública a atribuir a los judíos estadounidenses la responsabilidad de las consecuencias negativas de un ataque estadounidense contra Irán’».

Y por acabar con lo que escriben los profesores estadounidenses:

«De hecho, Israel es el único país del mundo en el que la opinión pública apoya mayoritariamente la opción militar: cerca del 71% de la población israelí, de creer un sondeo de mayo de 2007. Del mismo modo, en Estados Unidos los principales grupos del lobby son las únicas organizaciones importantes que predican la entrada en guerra contra la república Islámica. A principios de 2007, cuando un periodista preguntó al general retirado Wesley Clark por qué el gobierno Bush parecía entrar en la vía de un conflicto con Irán, éste respondió: ‘Basta con leer la prensa israelí. La comunidad judía está dividida al respecto, pero la presión ejercida sobre los políticos por los medios de negocios de Nueva York es enorme’. Clark fue tachado inmediatamente de antisemita por haber dado a entender que Israel y algunos judíos estadounidenses incitarían a Estados Unidos a entrar en guerra con Irán, pero como subraya el periodista Matthew Iglesias: ‘Todo lo que dice Clark es verdad. Mejor aún, todo el mundo sabe que es verdad’. Y por poner los puntos sobre las ies, en una obra publicada en 2006 y titulada ‘Objetivo: Irán’, el ex-inspector de Naciones Unidas en Iraq Scott Ritter escribía: ‘Que no haya la menor duda al respecto: si mañana los estadounidenses hacen la guerra a Irán sera una guerra made in Israel, y no en ninguna otra parte’. En otros términos, sin la campaña de Israel y del lobby, no habría mucha gente en Washington que considerara seriamente un ataque contra Irán».

A la luz de estos diferentes elementos, dejemos de engañarnos a nosotros mismos y miremos la realidad a la cara: ¡fracasamos ahí donde ponemos el pie! ¿Alguien acabará por hacer algún día el balance del desastre humano que ha constituido la implantación de la entidad sionista en la región árabe para arreglar un problema estrictamente europeo tras al segunda Guerra Mundial, con todos los desastres en cascada que conocemos? ¡Puede ser vertiginoso! Por no hablar del aspecto financiero, social, económico, sanitario, ecológico…

Por último, la reciente confirmación de que la retirada de las fuerzas militares estadounidenses de Iraq que el presidente Obama había planificado para el mes de septiembre sería quizá un motivo de alegría … si no fuera el preludio de una reorganización eventual de las fuerzas para mantenerlas disponibles con vistas a una respuesta a Irán… Lo mismo que la retirada anunciada de las primeras tropas polacas, australianas, y neerlandesas de Afganistán… Al mismo tiempo, ¿qué pensar de la travesía por el Canal de Suez hace unas semanas de barcos de guerra estadounidenses e israelíes en dirección al Golfo … así como de la reciente entrega a Israel de bombas especiales, las BLU-117 que tienen la capacidad de atravesar búnqueres de cemento hundidos varios metros en el suelo… y de la repentina mejora de relaciones entre Tel-Aviv y Washington durante la última visita de Netanyahu, aunque éste sigue ignorando las conminaciones de Obama y prosigue su política de colonización en Jerusalén Oriental y en Cisjordania, arrasa los poblados beduinos del Negev y mantiene la asfixia metódica de la Franja de Gaza… y qué pensar de que el gobierno estadounidense acaba de anunciar que estaban preparados sus planes para atacar a Irán?

Con los arsenales presentes, no tomar conciencia realmente de la amenaza que pesa sobre Oriente Medio puede hacernos bascular hacia la peor crisis que haya atravesado el mundo… ¡sin saber si su desenlace no será una apocalipsis planetario! Aunque algunos iluminados desearía esta confrontación en su visión ideológica e infantil de un final de los tiempos que vería a su «Mesías» volver a la tierra, el momento es grave, indudablemente más grave de lo que lo ha sido nunca. La deflagración de esta guerra no tendrá nada de virtual y nadie sabe qué terroríficas consecuencias se desprenderían de ello ni para cuántas décadas. Si creemos que la crisis que estamos atravesando es penosa, larga y difícil, se puede pensar que no es sino un placer en comparación con lo que se desataría sobre nosotros en la hipótesis de este escenario. No podemos permanecer con los brazos cruzados y pensar que no nos concierne. Debemos hacer cuanto esté en nuestra manos (empezando por informarnos correctamente) cada uno con nuestros medios por humildes que sean, para impedir que se emprenda esta guerra, porque si se desencadena este conflicto, entonces ya no tendremos opción entre el caos de esta noticia «preventiva» o la paciencia de negociar un acuerdo equilibrado entre las partes. Sin duda es uno de los retos más urgentes que hay que destacar inmediatamente para la sociedad civil, las ONG y cada uno de nosotros. Aunque una parte del gobierno estadounidense, los neoconservadores y lobby israelí sean poderosos, siguen siendo minoritarios en número. Y digan lo que digan algunos, el presidente Obama no es el presidente Bush. A un trimestre de las elecciones a mitad de mandato en Estados Unidos, ¿podrá contener a los belicosos que le presionan por todas partes? Verdaderamente hay que espera que sí y quizá nos quede entonces un pequeño rayo de esperanza: no lo dejemos pasar…

Texto original en francés : http://www.mondialisation.ca/index.php?context=va&aid=20621

Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

Daniel Vanhove –Observador civil, autor de La Démocratie Mensonge, 2008 – Ed. Marco Pietteur – col. Oser Dire.

 

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